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jueves, 02 de mayo de 2024 09:18h.

NOS QUEREMOS VIVAS

La maté porque era mía…

Cuando una noticia se repite pierde dramatismo. Nos estamos acostumbrando peligrosamente a escuchar que una mujer ha muerto a manos de su pareja.

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Ya ni siquiera sale la noticia en la portada de la prensa. Con el problema del coronavirus apenas se menciona. ¿Qué más da una muerte más o menos? Sin embargo, es un hecho. Las llamadas de socorro al 016 se han multiplicado, pues en estos momentos las mujeres están encerradas en sus casas con sus maltratadores, y siguen muriendo… 

Da igual el lugar donde se produce el asesinato, está extendido por todas partes. El suceso rescata del apacible anonimato a localidades, que bien quisieran no tener que figurar a costa de esa crónica. A veces el agresor se suicida y otras veces lo intenta, pero se salva porque su propósito no era matarse sino parecerlo, y porque es más fácil clavar un cuchillo a alguien que clavárselo a uno mismo. Quedan niños huérfanos detrás que no podrán reponerse de semejante trauma ni con la ayuda de todos los psicólogos del mundo, y padres y hermanos, y familiares y amigos, con el horror impreso el resto de sus vidas en sus corazones.

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Antes, las mujeres no eran asesinadas; antes, muchas de ellas sufrían maltrato y aguantaban en silencio cualquier situación a la que su marido quisiera exponerlas. Antes los maridos no las mataban, no si querían deshacerse de ellas, las quemaban a pequeña mecha en el día a día hasta que ellas se morían de pena o de asco. Antes ninguna mujer se atrevía a enfrentarse a esa situación, porque ¿adónde iba a ir? Si ni siquiera sus padres se  atrevían a protegerlas…

 

¿Qué está pasando ahora? Pues que las mujeres hemos logrado una independencia económica que nos permite hacer frente a situaciones que nos hacen desgraciadas, y  en consecuencia, somos capaces de ponerles fin. En tanto los hombres, acostumbrados desde el albor de los tiempos a tener el mando, reaccionan con agresividad exacerbada matando a quienes se atreven a plantarles cara y a marcharse.

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Por supuesto, hay cada vez más hombres que aceptan que las mujeres no tienen por qué tener menos derechos que ellos y las respetan. Hay también cada vez más hombres sensibles, ¡bravo por ellos!, que comprenden la situación de discriminación y desigualdad de la mujer en la historia de la humanidad, y abogan al lado de ésta por una justicia equitativa, pero todavía quedan muchos, muchísimos, por desgracia, que piensan que la mujer les pertenece, como su perro, su coche, o sus zapatillas, y por lo tanto, pueden hacer con ellas lo que les dé la gana, incluso matarlas.

No las olvidemos...

 

Cristina Martínez Martín

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