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domingo, 28 de abril de 2024 14:47h.

Deberíamos replantearnos que tipo de sociedad futura deseamos

La vejez: Cómo ser feliz en la última fase de tu vida

La vida de un ser humano se puede dividir en cuatro fases...

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La primera fase, la niñez, la más corta, es la que va desde el nacimiento hasta la adolescencia.  La segunda fase, la adolescencia, puede durar toda la vida (no en el cuerpo sino en la mente) al igual que en algunos casos la niñez, ahora bien, suele acabar cuando entramos en la edad madura.  La tercera fase, la edad madura, suele producirse cuando salimos volando del nido (acto en extremo difícil pues conlleva abandonar la protección de los progenitores) y acometemos las responsabilidades propias de los seres independientes.  En la fase adulta, la más larga y productiva, desarrollamos nuestras potencialidades, si las circunstancias nos lo permiten, y solemos procrear a nuestra vez para proyectarnos en el futuro. 

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La cuarta fase merece un punto y aparte.  Es en muchos casos la más breve.  Solemos agarrarnos  a la fase anterior con uñas y dientes, hasta que la realidad nos despeña. Nos suele costar mucho aceptarla.  Es una fase final.   Lo que hay después, no lo sabemos, y eso es el primer inconveniente y no el único.   En esta fase, el organismo empieza a fallar por todos lados como consecuencia del desgaste de los años y, al contrario que en las otras fases, el futuro no va a mejorar nuestras perspectivas.

 

Muchos mayores eligen inconscientemente al alzheimer para huir de esa realidad.  El covid está llevando a cabo una limpia de mayores, y hay quien se plantea que fue creado con esa finalidad.  Confabulaciones aparte, los viejos podemos dar en esta fase forma a todos los sueños a los que tuvimos que renunciar, porque nuestras circunstancias no nos lo permitían, y ser felices pese a todo. 

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Hace años en nuestra sociedad, llegar a esa fase para convertirse en el sabio al que el resto de la sociedad consulta, constituía un consuelo. En la sociedad actual ese consuelo ha acabado.  Los jóvenes parecen no necesitar la guía de la experiencia y los mayores, cuando ya no pueden ser independientes, son aparcados en residencias para que los adultos puedan seguir disfrutando de sus vidas. 

 

Tal vez deberíamos replantearnos que tipo de sociedad futura deseamos porque lo único cierto es que, si se vive lo suficiente, se alcanza esa cuarta fase, y no podemos esperar que los hijos se comporten de una forma diferente a la que han visto en sus padres. 

Cristina Martínez Martín

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