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lunes, 29 de abril de 2024 19:35h.

La sociedad tiene que cambiar

Diana Quer frente a Marta del Castillo

El telediario no suele nunca transmitir buenas noticias, recuerdo que mi abuelo decía que si lo veía antes de comer, le quitaba el apetito y si lo veía después de comer, le cortaba la digestión, pero las noticias de antaño eran de tipo político o económico, hoy son una crónica incesante de agresiones sexuales.  

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Tal vez antes existían igualmente esas agresiones y no se aireaban, ¡ojalá sea eso!  pero me temo que esa crónica ininterrumpida de mujeres asesinadas por sus parejas y ex parejas y el resto de las agresiones sea tan solo el iceberg de una sociedad que subyace debajo profundamente enferma. ¿Qué está pasando para que una persona se arrogue el derecho de acabar con la vida de otra?¿Qué valores estamos trasmitiendo para que una vida valga tan poco?

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El caso mediático de Diana Quer, y vaya por delante mi profunda compasión por el dolor terrible de esos padres y el que debió sufrir esa chiquilla, me ha enfrentado al  igualmente mediático de Marta del Castillo.  Me pregunto ¿Cómo es posible que teniendo a los autores materiales del asesinato identificados no se hayan podido encontrar sus restos para que al menos su familia pueda dormir tranquila?  Las diferencias son evidentes.   Siempre hay clases. Ni siquiera haciendo un enorme esfuerzo de empatía, puedo imaginar el dolor de los padres de Marta.  ¿Cómo es posible que hayamos creado una sociedad en la que el agresor tiene más protección y derechos que la victima?  ¿Cómo es posible que al asesino no se le ponga a pan y agua hasta que confiese?  Ha humillado a los agentes de seguridad, faltándoles el respeto más elemental al proporcionarles pistas falsas. El Estado ha gastado cantidades ingentes de dinero, que hemos pagado todos, para registrar el río, las fincas, los basureros…  Y el dinero que gasta el gobierno, ¡ojo!, es el dinero de todos, a ver si nos enteramos.  Y yo no quiero que a ese niñato, asesino confeso, se le trate mejor que a los padres de Marta. 

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Por no querer pecar de malos, pecamos de buenos, porque también se puede pecar de buenos cuando dejamos que depredadores sexuales con una crueldad infinita cumplan penas cortas, engañen a los psicólogos sobre su arrepentimiento y, tras unos añitos en la cárcel, vuelvan a la calle para escarnio de la familia de sus victimas.   Estoy pensando en el caso sangrante de Sandra Palo a la que ultrajaron y quemaron viva después de atropellarla quince veces.

La justicia tiene que cambiar porque es una afrenta, no solo para los familiares de la víctima sino para toda la sociedad, que esos depredadores que cometen asesinatos vuelvan a la calle.

En las escuelas es prioritario transmitir valores de respeto, porque la vida es sagrada, y nadie tiene derecho a arrebatársela a otra persona. 

Y la sociedad tiene que cambiar y adaptarse a valores que vienen con los tiempos, como que las mujeres tienen los mismos derechos y deberes que los hombres.  

Cristina Martínez Martín

 

La revista no se hace responsable de la opinión de sus autores.

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